Artículo de opinión de Soraya Al. Lo.
En mi casa estamos acostumbrados a empezar la mañana de los sábados y domingos haciendo juntos los crucigramas, así que abrimos el periódico por el final. El pasado sábado, al buscar la página torpemente, nos topamos con la sección de sucesos de un conocido periódico de mi isla y la espeluznante noticia "Hallan el cuerpo de un recién nacido en el congelador de una casa...". Mi primer pensamiento fue de total asombro, “¿En serio? ¿Qué le pasa a este mundo? ¿A esta sociedad?” ¿A qué mente dañada se le ocurre dejar el cuerpo sin vida de su bebé en el congelador de una casa que ya ni siquiera es la suya? El domingo pude leer que han encontrado a esa madre negligente, y están investigando si pudo ser un homicidio. Veremos.
En mi casa estamos acostumbrados a empezar la mañana de los sábados y domingos haciendo juntos los crucigramas, así que abrimos el periódico por el final. El pasado sábado, al buscar la página torpemente, nos topamos con la sección de sucesos de un conocido periódico de mi isla y la espeluznante noticia "Hallan el cuerpo de un recién nacido en el congelador de una casa...". Mi primer pensamiento fue de total asombro, “¿En serio? ¿Qué le pasa a este mundo? ¿A esta sociedad?” ¿A qué mente dañada se le ocurre dejar el cuerpo sin vida de su bebé en el congelador de una casa que ya ni siquiera es la suya? El domingo pude leer que han encontrado a esa madre negligente, y están investigando si pudo ser un homicidio. Veremos.
Leyendo esta noticia no pude evitar traer a mis pensamientos el juicio del monstruo que mató a sus
hijos Ruth y José, declarado culpable de ambos asesinatos el pasado viernes por
el Jurado. Me hallo ahora reflexionando pues no son sucesos novedosos, no es
ahora cuando ocurren sino desde que el ser humano existe, pero… ¿No habremos
aprendido nada? ¿Estará la sociedad realmente involucionando en lugar de
evolucionar? A mi juicio son comportamientos de salvajes, de seres sin valores
y sin moral ninguna.
El viernes noche, el psiquiatra invitado en el programa especial de Espejo Público, dedicado
al juicio del asesino de Ruth y José, definía a éste como un hombre que no era
propio de nuestro tiempo sino de los tiempos Atapuerca y los hombres de las cavernas,
un concepto que a las personas "normales" se nos hace difícil
entender, sino imposible ( no me gusta autodefinirme como normal, pues no
sabría decir qué es normal, pero vamos a entender la normalidad según los
estándares sociales actuales).
Ignoro si el bebé encontrado fue víctima de una muerte
natural o violenta, sea cual fuere el caso, dejarlo en el congelador y
abandonarlo me parece una acción despreciable y del todo repulsiva, propia de
bárbaros. Escapa a mi entendimiento la naturaleza de este tipo de personas. Y
me pregunto de nuevo, ¿será cierto que estamos en el camino del retroceso? La
comunicación interpersonal es decisiva en el desarrollo humano y la estamos
olvidando. Cada vez nos reunimos menos con nuestros semejantes a conversar, no
mantenemos intercambio de sanas opiniones ni nos enriquecemos de lo que nos
aportan otras personas (nuevas ideas, cariño, perspectivas y éticas
distintas...), nos relacionamos menos en persona y más con máquinas, “cosificamos”
a las personas. Parece que hoy día tan sólo afloran los egos personales y la
banalidad; nos hacemos expertos de todo
sin serlo para que nos adoren, alimentando nuestros egos, buscando los
"likes" en las redes sociales de cuanta más gente mejor sin importar
si los conocemos, si se atreven a
criticar nuestras ideas nos disgustamos y nos obcecamos sin intentar progresar
aprendiendo. Nos es más fácil comunicarnos mediante aparatos tecnológicos pues
si no nos gusta lo que nos dicen, apagamos; en persona estamos obligados a
escuchar, y escuchar ya requiere no centrarnos solo en nosotros mismos, nos
cuesta. Nos hemos olvidado de que la comunicación no es completa solo con
palabras, los gestos importan, el cariño importa.
Estamos cambiando
nuestra escala de valores, a peor, que nos alejan del verdadero crecimiento
personal y nos acercan a un credo egoísta, salvaje y superficial,
involucionando hacia un ser primitivo. Nos hemos olvidado del YO y el SUPERYO de
Freud, solo nos dejamos guiar por nuestro ELLO, el de los bajos instintos y las
necesidades animales. Y hemos sacado a la palestra un nuevo "YO", el
"yo público" de las redes sociales, que seguro añadiría hoy Freud a su
clasificación. Es claro para mí que debemos abrirnos a las nuevas formas de
comunicación y adaptarnos, pero no podemos olvidarnos de las antiguas; y lo que
es más importante, tenemos que conciliar a nuestro “yo público” con el “yo
privado” para no perder nuestra esencia personal (tema que da mucho de qué hablar
y podemos debatir en otro momento).
El egoísmo va ganando la batalla al respeto, al amor y a la
propia civilización para arrastrarnos a las épocas tribales y las relaciones
prehistóricas. Nos estamos perdiendo a nosotros mismos.
Soraya Al. Lo.
15 de Julio del 2013
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